miércoles, 18 de abril de 2012

Casi un siglo de bandoneón por Evedith Adal Hosni de Giorlandini

   El 18 de febrero, se produjo el fallecimiento de Carlos Amado. Casi un siglo de vida en la cual la sencillez y la bonhomía eran dos actitudes genéticas, primarias, inalterables, que marcaron la trayectoria de un hombre bueno, no sólo como persona, sino como profesional de la música popular, esa música que acerca a la ciudadanía del barrio y del centro, a hombres y mujeres desde su remota adolescencia, cuando las notas de su bandoneón, filtrándose a través de las ventanas de su casa, en Villa Mitre, soltaban tangos como "Don Juan", "Madreselva", "Yira, yira"...
     Más tarde, ya profesionalmente, constituyó su orquesta típica y su cuarteto. Convocó músicos del momento en Bahía Blanca, para ello, y quienes fueron sus compañeros al igual que sus cantores, con los que formó una verdadera familia artística.
     ¿Quién, hoy, que transite la adultez y la tercera edad no lo recuerda? Actuó en radios, dirigió la orquesta estable de LU2, fueron los bailes en Bahía Blanca y en la Patagonia argentina los que lo acercaron más a la gente, que, al estrecharle su mano amiga, percibía la profundidad de su alma transparente, la caballerosidad espontánea, sin alardes, y su dignidad profesional.
     Hombre de familia, también un buen maestro de música y de la vida, cientos de alumnos lo recuerdan siempre con igual cariño y respeto. La ciudad perdió a un vecino ejemplar, quien, alejado de la exposición mediática, desarrolló su profesión de músico, de director de una orquesta de música popular, con discreción, al igual que aquellos grandes que reciben algún talento desde el cielo.
     Carlos Amado, sin duda alguna, fue un excelente intérprete del bandoneón, al que llenó de tangos, para emocionar, como en el cantar de Jairo, a las "orejas del corazón".

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