viernes, 3 de octubre de 2014

La segunda jornada de actividad del 4to Festival Nacional de Tango de Bahía Blanca

Comenzará a las 10 de la mañana en el busto homenaje al maestro bahiense erigido en la Plazoleta Lebensohn (12 de Octubre e H. Yrigoyen), a pocos metros del que fuera su hogar. Allí la Academia Nacional del Tango colocará una placa en adhesión al 4to Festival CARLOS DI SARLI. Para la ocasión llegará a la ciudad el  Dr. Osvaldo Minian, integrante del Consejo Directivo de dicha Academia e incondicional colaborador en todos los emprendimientos que evocan al maestro bahiense.
Por la noche, la “fiesta del tango bahiense” seguirá en el Café Histórico de la ciudad, con el espectáculo ofrecido por Osvaldo Rojas junto a los guitarristas Juan Carlos Brigante y Rodrigo Rivero. Además se presentará el cantante Gastón Peralta, delicado intérprete de nuestra música nacional argentina.
Osvaldo Rojas nació en Rosario, provincia de Santa Fe y allí hizo sus primeras armas con el tango en la Orquesta de Julio Conti. Trasladado a la Base Naval Puerto Belgrano para realizar el servicio militar, se aquerenció con Bahía Blanca y jamás la abandonó. Participó inicialmente de la orquesta Típica Buenos Aires de Punta Alta dirigida por el Sub-Oficial Roberto Morel y luego con la Típica Martínez-Meloni (donde el querido “Gallego” Martínez oficiaba de bandoneonista, director y arreglador). Más tarde llegaría a las formaciones de Mario Grossi y Lucio Passarelli, y sería acompañado por Volpe y las guitarras “Bahía Trío” y “El Cuerdazo”.
Rojas fue compañero de escenario de Roberto Achával, cuando éste aún era conocido como Cacho Randall y se desempeñaba en la orquesta de Luis Bonnat como violinista. El primer encuentro sucedió en los tradicionales carnavales que se realizaban en el Salón de los Deportes. La noche forjó entre ellos una sincera relación que se prolongó hasta la llegada de “Cacho” a Buenos Aires donde compartieron noches de trabajo y bohemia en ocasiones que Rojas visitaba como invitado los boliches de tango porteños.
Osvaldo no sólo se dedicó a cantar sino que ofició de productor de espectáculos tangueros desde su peña “Mi Botica” (Darregueira y Av. Colón) donde los cantores de Buenos Aires que recalaban en la ciudad tenían cita incondicional.

Rojas sumerge al oyente en un repertorio poco “fatigado” donde las imágenes trasladan a un territorio en el que el aroma de glicinas y malvones y un cielo nocturno poblado de estrellas invaden el barrio del recuerdo, transido de melancolía. Paul Gaughin, el gran pintor del post impresionismo francés decía metafóricamente: "Cierro los ojos para ver". Así puede escucharse a Rojas y ser transportado a un tiempo adolescente, romántico y dulzón. Su voz no es especialmente caudalosa, su canto es espontáneo y sin adornos, con la única pretensión de comunicar los sentimientos más entrañables. Osvaldo supo crear y perfeccionar un estilo sobrio e intimista, muy personal engalanado por su gran prestancia frente al micrófono: esbelto, respetuoso y elegante.

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